viernes, 22 de agosto de 2014

James Foley era uno más en la cuenta del ISIS.

Occidente tiembla de nuevo, la decapitación del periodista James Foley es sólo un paso más allá en la escalada de barbarie del ISIS que campa a sus anchas por todo el norte de Iraq. El mismo Occidente que permanece prácticamente impasible ante las atrocidades cuando se centran sobre población civil iraquí, ya sean yasidís, chiítas o kurdos. Parece que las imágenes de esta nueva vergüenza son más graves cuando la cabeza que rueda es la de un periodista estadounidense que cuando lo hacen más de 200 personas cuyo único delito ha sido nacer en Iraq y profesar una fe distinta a lo que el ISIS predica.

La lástima es que el predicamento de la Jihad que lleva a cabo el ISIS no pueda tener una respuesta forma desde Europa y Estados Unidos, donde los gobiernos se supone que buscan soluciones, permiten al mismo tiempo que los antiguos ríos mesopotámicos, esos que estudiamos de pequeños como la cuna de la civilización, los legendarios Tigris y Eúfrates ahora descarguen sus aguas completamente rojos de sangre.

Y es que Europa y por extensión Estados Unidos, lleva en su mochila demasiadas cargas morales, históricas y adquiridas, pero también, la más moderna, la de la conciencia ciudadana. Una conciencia ciudadana crecida dentro de límites democráticos (sí, por mucho que a algunos les pese, seguimos disfrutando de más democracia que el 80% del mundo restante) esa conciencia empeñada en legitimar cualquier atrocidad de otras culturas por el mero hecho de serlas y por un extraño convencimiento personal de que se trata de tradiciones o acciones respetables.

Occidente se ata de manos con su sentido de la moral, de la igualdad, de la comprensión de los demás y de la no injerencia en los asuntos de otros países, aunque realmente, lo que significa es un absurdo convencimiento en que las cosas nunca nos salpicarán de tal forma como para afectarnos, seguiremos pensando que Europa está muy lejos de Iraq y que eso aquí no pasa (una actitud muy europea también) mientras tanto, el ISIS donde por cierto, más de un cuarto de sus militantes son musulmanes occidentales, que han establecido en Iraq un Califato Islámico que amenaza con conquistar el mundo entero.

Mientras Europa y Estados Unidos hablan de lo incorrecto de intervenir en asuntos de otros países, por dramática que sea la situación, además de lo caro que resultaría participar en operaciones militares de nuevo en la zona, donde la pesada losa de las actuaciones estadounidenses previas suponen un acicate constante de la opinión pública para criticar el "imperialismo yanqui", mientras Iraq se desangra de nuevo, por viejas heridas que Occidente contribuyó a crear pero que no son sólo responsabilidad suya, mientras un grupo de bárbaros amenaza a todo aquel que sea distinto, cometiendo atrocidades a lo largo y ancho de todo Iraq, un Estado fallido con la inestimable ayuda de Europa y Estados Unidos.

Cuando todo esto sucede al mismo tiempo, Occidente, Europa, Estados Unidos, o como se quiera llamar a todo el grupo de países que de verdad contemplen la barbarie que el ISIS está llevando a cabo en Iraq es algo que se escapa a cualquier concepción cultural, social y religiosa y se empiece a llamar a las cosas por su nombres, es decir, como verdaderas aberraciones y peligros reales. Entonces será cuando nos demos cuenta del peligro real de permitir que estas cosas sigan sucediendo.

Los gobiernos democráticos tienen que tomar la decisión impopular de actuar contra este ejército, usar la fuerza de toda la comunidad internacional para acabar con una amenaza real que no entiende de fronteras, religiones o idiomas. El ISIS y el Estado Islámico no es un juego de niños, no son cuatro encapuchados que se han "echado al monte" es un peligro latente con el cual no se puede negociar. Y sobre todo, detrás no tiene una base social y cultural en la que basarse como para defender un territorio y calificarlo como propio, es tan sólo un ejército de mercenarios que han aprovechado la situación para reventar lo que queda de Iraq.

Aún hay tiempo para actuar, pero el reloj una vez más, corre en nuestra contra.





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