lunes, 28 de julio de 2014

¿Y si en el futuro se estudiase a Ken Follett?

           No tengo nada en contra de Ken Follett, aunque tampoco soy un ferviente seguidor de su obra pero creo que el ejemplo es bastante claro. Cada vez que veo Midnight in Paris de Woody Allen, no puedo dejar de meterme en el papel de Owen Wilson y su visión idealizada del pasado en La Edad de Oro. Para Wilson, su Edad Dorada en la cual considera que la vida y el arte se encontraban en su esplendor era el París de los Años 20, esa época en la que le habría gustado vivir y que entiende como el cenit de la cultura humana.

          Cada uno puede encontrar su Edad Dorada en la época que quiera, es lo mágico de la historia, que puedes situarte en el tiempo que desees y disfrutarlo como quieras, pero eso, a veces, me resulta aterrador cuando pienso en el pasado y lo traslado al futuro. Y es aquí donde entra el señor Follett.

          Cuando se estudia literatura hoy día, y no me refiero sólo al nivel más básico de la educación primaria, la erigimos en algunos pilares básicos de la cultura occidental moderna y contemporánea (los clásicos romanos y griegos, salvo en contadas excepciones son estudiados en profundidad) y la literatura medieval sufría parte de la oscuridad de su tiempo.

          Por eso cuando creamos nuestro librería moderna la construimos dependiendo del país en función de unos autores u otros, pero Cervantes, Calderón, Shakespeare, Moliere, Bocaccio o Dante se convierten en pilares fundamentales de la cultura europea. Unos pilares que a partir del siglo XVIII y XIX se reforzarán a base de romanticismo, realismo y naturalismo, que añadirán otro buen puñado de nombres al saco, encontraremos a Dostoievski, a Galdós, a Dickens y Wilde, a los herederos de Goethe, Francia aumentará su peso en este saco de manera nunca vista con los Zola, Balzac, HugoDumas.

          Y aparecerá en el horizonte Estados Unidos, un país que apenas lleva cien años independizado pero que comienza a dar síntomas de su pujanza no sólo económica, si no que aspirará a un liderazgo cultural cuyos nombres forman uno de esos sillares de la literatura occidental. Herederos de Europa pero nacidos en América; Steinbeck, Fitzgerald, Hemingway, Faulker, a su vez hijos de Twain, de Poe o de
Hawthorne.

La moderna Imprenta en Berlín, Alemania

          Una lista que se podría hacer eterna si sumamos a los europeos coetáneos de esta generación, la Europa de principios de siglo, prácticamente nacidos y criados durante las dos guerras mundiales, sufrieron el tiempo que vivieron, pero lo disfrutaron para plasmarlo en sus obras.

          Es por eso que me aterra que en el futuro, cuando dentro de cien años, o quizás sólo cincuenta, se empiece a prestar atención a la literatura del tercer milenio y en ella se mezclen grandes obras con bestsellers, el auge de los libros electrónicos, que se mida la literatura por volumen de ventas y no por calidad (aunque desconozco quien tendrá esa varita mágica del discernimiento). Por ello me asusta, que dentro de 100 años, cuando se ponga a prueba la literatura de nuestro tiempo, los nombres que puedan salir sean Follett, sea Stieg Larsson, sea George R.R Martin, o en el peor de los casos, que sean todos los personajes televisivos a los que se les ha dado vía libre para "escribir", esas historias de El tiempo entre costuras o Dime quien soy.

          Quizás no soy justo con estos autores y estas obras, quizás directamente sea un hijo de mi tiempo y dude de todo lo que se crea hoy en día. Quizás las generaciones venideras consideraran a Follett el nuevo Dostoievski o a Stephanie Meyer como la nueva Charlotte Bronte, o que algunos comparen a J.K. Rowling como una sucesora de Virginia Woolf.


         Me queda el consuelo de pensar que estos autores modernos no se atreven por decencia compararse con las fuentes de las que beben, pero siempre puede haber excepciones, igual que si a un estudiante de periodismo que nunca ha publicado más de tres páginas, le da por ponerse exquisito sobre lo que debe y no debe ser estudiado en el futuro.



1 comentario:

  1. Un libro puede tener calidad y venderse bien, tenemos que meter a Follet y Meyer en el mismo grupo que Martin y Rowling?

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