jueves, 12 de julio de 2012

Rajoy, el Torero, pincha y descabella.

Posiblemente no sea la mejor época para entender símiles toreros pero es que nuestro Presidente se parece a todo eso que hacen los malos toreros cuando salen a la plaza, Rajoy, el Niño de las Reformas era esperado en la plaza para lidiar con una situación muy comprometida.

Ya desde el paseíllo se veía que la situación no sería fácil, tenía a media plaza en contra pero a la otra mitad de sus palmeros a favor en todo lo que propusiese. Rajoy lleva siendo un mal torero más de siete meses, es ese torero que aprovecha a los picadores para castigar al toro más de lo necesario, donde no le basta con dos puyazos breves para no intentar debilitar a un animal manso, suave y sin fuerza, que en este caso somos los españoles, y nuestra mansedumbre viene de nuestra capacidad de asunción de nuestra suerte, somos suaves porque somos buenos, pensando que lo hacen por nuestro bien, y entramos sin fuerza porque consideramos que nuestro empuje será inútil...

Es ahí donde el señor Rajoy, ese afamado y reputado torero de plazas menores aprovechó al toro en el caballo, empleándose hasta la saciedad con duros puyazos en forma de recortes y reformas, daba igual el nombre del puyazo o hacia donde fuese dirigido, copago trasero y mal colocado, sanidad sangrante o la vara en educación, siempre donde más duele y donde menos reservas hay.

Obviamente tras la suerte de varas, el toro sale fundido, sin ánimo, fuerzas y reventado por todos lados, y aún así, nuestro Torero pretende lucir su faena como de altos vuelos, entonces hace gala de su poco arte con el capote y con sutil palabrería intenta adornarse con ajustadas chicuelinas a modo de burla hacia el respetable, aprovecha términos como "sacrificio", "esfuerzo" o "necesario" para que el público entienda que su faena está siendo complicada, que apenas tiene toro para maniobrar y que está haciendo lo buenamente posible, lo lamentable es que además se luce en el capote y sus engaños cuando lo siguiente que nos preparará será a sus subalternos con las banderillas.

Porque !ay amigos! cuando llegan los banderilleros, en la tauromaquia con tres pares de banderillas se cambia de tercio, pero aquí todo el mundo pone su par, Montoro, De Guindos, Bañez, Mato... Todos los subalternos que han estado sacando al animal fuera de las tablas durante toda la corrida y han contribuido a su merma ahora tienen la oportunidad de picar con sus banderillas, los nombres de éstas no serán muy elaborados, serán reforma laboral, disminución de la prestación por desempleo o el mejor movimiento de la tarde, "el rescate lo pagarán los bancos", el respetable, cuando ve que De Guindos se dispone a poner este par se levanta de sus asientos, no entiende la necesidad de hacerlo y menos cuando se trata de un movimiento tan mal ejecutado, aún así, De Guindos se cuadra ante el amilanado toro y coloca el rescate en todo lo alto, la mitad de la plaza clama, en la calle la gente clama contra el movimiento, pero dentro de la plaza, la mayoría absoluta aplaude como si no hubiera un mañana.

Con un todo fundido, humillado, manso pero de extrema nobleza y que se ha quedado sin transmisión, el Torero Rajoy tiene que salir a hacer su faena con la muleta, después de protestar airadamente sobre la poca capacidad de lidia que tiene el toro se dispone a intentar engañar con varios trapazos largos y altos, en ningún momento el humillado toro se presta a la lidia, no aguanta más ni por físico ni por mentiras, se niega a seguir permaneciendo como comparsa y rechaza seguir la muleta, cabecea, rebrinca y se para ante la mal colocada franela del torero, éste, viendo la completa inutilidad de la faena y lamentando su suerte, "Porqué me ha tocado a mí este bicho?" se pregunta para sus adentros, "hago todo lo que puedo" musita para sí mismo, tras agónicos y lamentables pases, el torero aboga por recoger la espada y entrar a matar.

La plaza sigue igualmente dividida, su bancada lo apoya aunque no esté viendo arte ni torería, ni siquiera honestidad o clase pero es indiferente, lo apoyan como torero carente de clase que hace lo que puede, es esa tierna lástima que inspira el impotente, lamentablemente el impotente torero prometía o dijo prometer mucho, la otra bancada se crispa, se levanta y protesta airadamente que además de la pésima faena, todavía tenga la poca decencia de pretender matar pronto al toro, que no intente ayudarlo y que lo saque de las tablas, la petición es inútil, el torero se dispone a matarlo cerca de la puerta de chiqueros.

El murmullo de la plaza aumenta cuando el torero se cuadra mal ante el animal, primer pinchazo, toca en hueso y la espada sale rebotada, en su segunda intentona la misma situación, muleta mal colocada y pinchazo alto, la espada vuelve a negarse a entrar. Al torero le continua corriendo el sudor frío por su frente y sienes, "no era el toro que quería, yo venía para puerta grande no pasar salir linchado" seguía repitiéndose para su cabeza que estaba demasiado lejos ya de la realidad. Tercer pinchazo, precipitado y doloroso, el toro se lamenta por la estocada tan delantera que intentó atravesar, en el cuarto, el torero se dispone a ir a lo fácil, bajonazo, hundir la espada trasera y que el toro muera cuando quiera.`

Pero en ese cuarto intento falla de nuevo con el acero, se queda con menos de media estocada trasera y hundida, en otra circunstancia fatal de necesidad, con este toro y este torero, una auténtica carnicería, el toro se lamenta y escupe sangre y espada a partes igual. La plaza no tolera el atropello salvo la bancada de siempre, aún así hay de volver a coger el acero para clavar la estocada en condiciones. A la quinta lo consigue, media y dolorosa estocada caída, el toro agoniza pero no escupe la espada, y como era de esperar tampoco cae, nuestro torero se ve obligado a coger la puntilla para descabellar al toro, animal noble, hundido y aún así orgulloso en la muerte, bravo ejemplo del carácter hispánico, acepta dócil su sacrificio una vez que su fuerza se ha dispersado en inútiles trapazos, embestidas a caballos protegidos y carreras tras saltimbanquis, no puede más y se resigna a su destino.

Pero su destino seguirá siendo trágico, hasta cinco veces necesita la puntilla el torero para someter al animal, a la quinta, cae a plomo, desconyuntado sobre la arena y lacerante por los cuatro costados, el torero se sigue lamentando para sí mismo "no vine para esto", la mitad de la grada clama por lo que ha visto, grita y abuchea al torero, desde ese sector se lanzan almohadillas, no se ha visto en tanto tiempo una actitud tan poco torera, tanto derroche de innecesarios recursos y tanta torpeza en un mismo torero, sin embargo la bancada que apoya al torero se levanta en pie y lo aclama y aplaude como si hubiera realizado una faena digna de Chenel en los setenta, el público se solivianta, el torero se retira abochornado por vergüenza torera, sabe que su actuación ha sido nefasta y premeditada y aunque sus incondicionales lo apoyen se marcha cabizbajo, y nuestro toro español donde quedó, muerto y desangrado en la arena, cuatro mulas lo retiraron rápidamente de la escena, no debía compartir más tiempo con semejante verdugo.

Espero que les haya gustado esta crónica ficticia taurino-política con toques de realidad.

Y perdón por la expresión pero !Joder Mariano, qué faena te has marcado!.

Jaime de las Heras Martín.

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